En este pasaje
tenemos tres eventos importantes:
i.
El establecimiento del pacto entre Dios e Israel. Los sacrificios que se ofrecieron
(v.5) simbolizaron la muerte de Cristo.
Una mitad de la sangre se ofreció sobre el altar (v.6), representando el
momento que Cristo fue al cielo, llevando Su sangre, para purificar “las cosas celestiales” (ver Heb
10:23-24). La otra mitad, se esparció
sobre el pueblo de Israel (v.8), simbolizando la sangre del nuevo pacto (Mat
26:28), que nos limpia de todo pecado.
Como parte del pacto, el pueblo se comprometió a guardar la ley de Dios
(v.3b, 7b). Lamentablemente, no
cumplieron su palabra; muy pronto se corrompieron espiritualmente (Éx 32). Sin el Espíritu Santo, no eran capaces de
guardar la palabra de Dios. El Señor
tuvo que establecer un nuevo pacto, con mejores promesas, para garantizar el
cumplimiento del pacto (ver Jer 31:31-34; Ezeq 36:26-27).
ii.
Los líderes de Israel se presentaron ante Dios. El pasaje comienza con Dios
llamando al liderazgo de Israel a subir al monte Sinaí (v.1). Los “setenta…ancianos”
parecen ser aquellos hombres nombrados por Moisés, y aprobados por Dios (Núm
11:16-17, 24-25); mientras que “Nadab y
Abiú” fueron los dos hijos mayores de Aarón (ver Éx 6:23). Uno se pregunta, ¿por qué los otros dos hijos
de Aarón no fueron incluidos (Eleazar e Itamar; ver Éx 28:1) - especialmente a
la luz de la muerte de Nadab y Abiú (Lev 10:1-2), y el papel que Eleazar tuvo
luego de la muerte de Aarón (Núm 20:25)?
Estos líderes tuvieron un tremendo privilegio: “vieron al Dios de Israel…y comieron y bebieron” (v.10-11). ¡Qué tremendo momento para ellos! Nos hace recordar que uno de los grandes
privilegios de ser un líder espiritual, es que Dios nos permite acercarnos más
a Él.
iii.
Moisés entra en la misma presencia de Dios. Aunque el privilegio para Aarón y
los demás líderes espirituales fue grande, mayor fue el privilegio de
Moisés. Él fue llamado por Dios a subir
a la cima del monte, para estar en la presencia de Dios (v.12). Fue un momento dramático (v.15-16a,
17-18a). Primero Moisés tuvo que esperar
siete días (v.16); eso nos hace recordar la importancia de esperar en Dios, y someternos
a Su voluntad, en cuanto al momento y la manera en que podemos acercarnos a
Dios. Luego, cuando Dios lo volvió a
llamar (v.16b), Moisés “entró…en medio de
la nube” (v.18a), ¡y quedó allí casi un mes y medio (v.18b)! Obviamente,
fue una de las experiencias más sublimes en toda su vida. Pablo sólo entró en la presencia de Dios un
corto tiempo (2 Cor 12:2-4); Moisés estuvo cuarenta días.
REFLEXIÓN: Cristo abrió el camino para nosotros, para
entrar en la misma presencia de Dios (Heb 10:19-22). Pero notemos las cuatro
exigencias divinas, mencionadas en el v.22.
Meditemos sobre cada una de ellas, y preguntémonos, si las estamos
cumpliendo, día a día.
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