Los diez
mandamientos son bastante conocidos por el pueblo cristiano. Sin embargo, debemos meditar sobre esos
mandamientos a la luz del Sermón del Monte; en particular, debemos notar lo que
Cristo dijo en pasajes como Mat 5:21-26, 27-30, 33-37. Lo que le interesa a Dios NO es simplemente el
cumplimiento externo, de la ‘letra’ de los diez mandamientos, sino el
cumplimiento interno, del espíritu de los mandamientos. Para hacer eso, tenemos que entender lo que Dios
tuvo en mente cuando dio esos mandamientos, y qué era lo que Dios esperaba de
Su pueblo, al darles estas instrucciones.
Meditemos también
sobre los siguientes puntos:
1.
Hay la tendencia a
enfatizar unos mandamientos (v.3 y 13-16) sobre los otros (v.4-12 y 17). ¿Por qué?
¿Cómo podemos evitar la tendencia de categorizar los mandamientos, y
hacer que unos sean más importantes que otros?
2.
Criticamos a la
Iglesia Católica por tener imágenes de la Virgen María y de algunos santos,
pero caemos en la trampa de pintar imágenes de Jesús. Nadie sabe cómo era la fisionomía de Cristo,
así que, ¿por qué tratar de pintarlo?
3.
La amenaza de castigar
hasta la cuarta generación (v.5) era parte del antiguo pacto. Quedó abolida en
el nuevo pacto (ver Ezeq 18:1-4).
4.
Muchos cristianos
quebrantan el tercer mandamiento (v.7), usando expresiones como, “Dios mío”,
cuando sólo están expresando sorpresa por algo.
¡Si no estamos pensando en Dios, conscientemente, no usemos Su nombre de
este modo! No tomemos el nombre de Dios
en vano.
5.
Aunque la Iglesia
Cristiana guarda el domingo en lugar del sábado, debemos considerar con mayor
seriedad las restricciones que Dios nos impone sobre el día de descanso
(v.9-11). Muchos cristianos tomamos el
domingo como cualquier otro día de la semana (nos dedicamos al negocio, hacemos
compras, estudiamos, hacemos tareas, etc.).
¿Estará bien hacer todo eso los
domingos?
REFLEXIÓN: El Señor Jesús nos enseñó que debemos guardar
estos mandamientos en nuestros corazones
(Mat 5:21-22 y 27-28). ¿Lo estamos
haciendo? ¿Amamos los mandamientos de
Dios, o los tomamos como una ‘carga’? ¿Qué
dice eso de nuestros corazones, y del amor que tenemos (¡o no tenemos!) hacia
Dios?
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