miércoles, 31 de octubre de 2012

'La Vida de Obediencia a Dios' (Éxodo 4:18-31)



Al parecer, Moisés no esperó la llegada de su hermano, Aarón, sino que se dispuso a obedecer a Dios inmediatamente (v.18).  Moisés no le dijo a su suegro todo lo que iba a hacer.  ¿Por qué no?  Quizá no le habría permitido llevar a su hija (v.20), por los riesgos que correría al confrontar a Faraón.

Una vez que Moisés tomó la decisión de obedecer a Dios, Dios le siguió hablando.  Le dijo una serie de cosas importantes:

-      ‘Los que querían matarte ya han muerto’ (v.19).
-      ‘Lleva tu vara para hacer las señales delante de Faraón también’ (v.21a).
-      ‘Voy a endurecer el corazón de Faraón’ (v.21b).
-      ‘Al final, tendré que matar a su hijo primogénito’ (v.23).

En el camino ocurrió un incidente muy extraño, en el cual Moisés casi muere (v.24-26).  El problema era que uno de sus hijos no había sido circuncidado (v.25).  Moisés tuvo que aprender que el siervo de Dios tiene que vivir en obediencia a la Palabra de Dios; si no lo hace, arriesga su vida y su ministerio. 

Cuando Aarón llegó, todo estaba listo para poner en marcha el plan de salvación (v.27).  Moisés primero le contó a Aarón lo que Dios le había dicho (v.28); luego los dos fueron a los ‘ancianos’ de Israel, y hablaron con ellos (v.29) - aunque en realidad, fue Aarón quien habló e hizo las señales (v.30).  El resultado de todo eso fue FE y ADORACIÓN (v.31).

REFLEXIÓN: Desobedecer a Dios es peligroso; arriesgamos Su ira.  Obedecer a Dios es sabio; traemos bendición a nuestras vidas, y a las de otras personas.

martes, 30 de octubre de 2012

'El Peligro de la Falta de Fe' (Éxodo 4:1-17)



Como ya hemos notado, Dios permitió que Moisés pasara 40 años en el desierto, cuidando las ovejas de su suegro; lo hizo, para quitar de él toda noción que él podía salvar a Israel de Egipto.  Los 40 años tuvieron el debido resultado.  Cuando Dios por fin llama a Moisés, él no quiere ir.  Ese es el tema de este pasaje. 

Moisés hace TRES objeciones al llamado de Dios:

a.    No me creerán’ (v.1).  Eso era cierto; por eso Dios le dio a Moisés la autoridad para hacer tres señales (v.2-9) – señales que hizo, primero, ante los ‘ancianos’ (Éx 4:30). 

b.    No puedo hablar’ (v.10).  ¿Sería cierto eso?  Es probable que los 40 años cuidando las ovejas en el desierto quitó de Moisés cualquier confianza que tenía de ser capaz de hablar con elocuencia ante Faraón.  Sin embargo, Dios promete soltar su lengua (v.11-12).

c.   No quiero ir’ (v.13).  Ante las respuestas divinas a las primeras dos objeciones, Moisés finalmente le dice a Dios que simplemente no quiere ir; y que por lo tanto, envíe a otro.  ¡Qué osadía!  Dios se molesta con Moisés, y afirma que enviará a Aarón para ser su vocero (v.14-17).

REFLEXIÓN: Es bueno sentirse indigno de servir a Dios, pero NO es bueno levantar pretextos, y al final ser terco en nuestra desobediencia a Dios.  El problema no era la falta de fe de los ‘ancianos’ de Israel, sino la falta de fe de Moisés - una falta de fe que estaba poniendo en riesgo el plan de Dios para salvar a Israel de Egipto.   ¿Qué problemas estará provocando nuestra falta de fe, y nuestra desobediencia al llamado de Dios?

lunes, 29 de octubre de 2012

'El Poder de Dios Para Salvar' (Éxodo 3:11-22)



Ante el llamado de Dios, Moisés primero expresa su indignidad (v.11).  La pregunta que hace es apropiada, porque en realidad él no tenía la fuerza necesaria para salvar a Israel de Egipto.  Sin embargo, lo importante era que Dios estaría con él (v.12a).   ¡Eso es lo que hace la diferencia en todo llamado al ministerio!

La segunda pregunta que Moisés hace (v.13) señala la importancia de conocer al Dios a quien servimos.  Moisés no parece estar muy claro acerca de la identidad del Dios con quien está hablando.   La revelación del nombre de Dios, en el v.14, es de suma importancia.  Muestra que el Dios de Israel es el Dios eterno – el gran YO SOY; Jehová de los ejércitos (v.15a).  A partir de esta fecha, el nombre, ‘Jehová’, llegó a ser el nombre propio del Dios de Israel (v.15b).

La primera orden que Dios le dio a Moisés fue que él volviera a Egipto, y reúna a los “ancianos de Israel” (v.16) – no para decirles que él los iba a salvar (Hch 7:25), sino para decirles que DIOS les iba a salvar (v.17a).  Este es un asunto muy importante.  Mientras Moisés pensaba que él podía liberar a Israel, no estaba listo para el trabajo.  Fue cuando él pensaba o sentía que NO lo podía hacer, que recién estaba listo para servir a Dios.  ¡Dios no usa a personas que se sienten capaces, sino a personas que se sienten incapaces (Is 6:5; Jer 1:6; Lucas 5:8)!  Así Él recibe toda la gloria.

La tarea por delante era triple:

i.                    Sacar al pueblo de Egipto (v.17a).
ii.                   Llevarlos tres días por el desierto para adorar a Dios (v.18).
iii.                 Luego conducirlos a la tierra de Canaán (v.17b).

Moisés no tenía el poder para hacer esto; requería la “mano fuerte” de Dios (v.19b).  Dios resume lo que Él iba a hacer en dos frases:

-         extenderé mi mano, y heriré a Egipto…” (v.20).
-         daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios” (v.21-22).

En esta manera, los hijos de Israel no sólo saldrían de Egipto, sino que despojarían a Egipto (v.22b) – a una de las potencias mundiales de ese tiempo.  Eso era algo justo, porque por 400 años, los egipcios habían hecho trabajar a los judíos sin pagarles nada.  Es una gran verdad, que cuando Dios está a favor de Su pueblo, nada es imposible; nada los puede detener.

REFLEXIÓN: ¿Puedes decir que Dios está a favor tuyo?  Eso sólo será cierto si estás viviendo en obediencia a Su Palabra, y cumpliendo Sus propósitos en tu vida.

domingo, 28 de octubre de 2012

'El Llamado de Dios' (Éxodo 3:1-10)



Por cuarenta años (Hch 7:30), Moisés se había dedicado a pastorear las ovejas de su suegro.  Un día, llevó las ovejas a un monte llamado Horeb (v.1b), donde le esperaba una gran sorpresa; algo que iba a cambiar su vida para siempre.  El Ángel de Jehová se le apareció en una zarza que ardía (v.2).  Ese Ángel era nada menos que el Señor Jesús.  Al acercarse a la zarza, Moisés escuchó la voz de Dios llamando su nombre (v.3-4).  La primera orden de Dios fue bastante solemne: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies…” (v.5a). La presencia de Dios convirtió el lugar en “tierra santa” (v.5b). 

Este énfasis sobre la santidad de Dios es muy interesante.  Siglos después, encontramos el mismo énfasis cuando Dios llamó a Isaías (Is 6:1-3).  Lo que las Escrituras nos enseñan es que si vamos a servir a Dios, lo primero que tenemos que aprender es que Dios es santo.  La santidad de Dios produce en el ser humano un profundo sentir de indignidad (v.6b; ver Is 6:5 y Lucas 5:8), que es uno de los requisitos más importante en el servicio de Dios.   

Habiendo puesto en claro Su santidad, Dios se identifica como el “Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (v.6a).   Quizá Moisés se había olvidado de su pueblo, pero Dios no.  Quizá Moisés se había olvidado del sufrimiento de su pueblo, pero Dios no (v.7).  Él había visto la aflicción de Su pueblo; había oído el clamor de su sufrimiento; y era consciente  de sus angustias.  Día tras día Dios era testigo de todo lo que los hijos de Israel sufrían a manos de los egipcios (v.9).

Pero si era así, ¿por qué Dios esperó tanto tiempo para salvarlos?   En primer lugar, porque Dios tenía que formar a Su siervo Moisés.  ¡Israel tuvo que sufrir cuarenta años más de esclavitud, porque el siervo de Dios aún no estaba preparado para el ministerio!  Pero la ‘demora’ también se debió a lo que leemos en Gén 15:13-16.  Dios había decidido que Su pueblo no iba a salir de Egipto hasta que “la maldad del amorreo” (es decir, los habitantes de la tierra de Canaán) llegara a su colmo.  Dios, en Su paciencia, estaba dando a los pecadores la oportunidad de arrepentirse, porque la salvación de Israel (de Egipto) iba a dar lugar al juicio de Dios sobre los amorreos.

REFLEXIÓN: Dios hace todas las cosas a su debido tiempo.  A veces nosotros estamos apurados, queriendo que Dios haga algo YA.  Pero Dios tiene Su tiempo para hacer las cosas, y debemos aprender a esperar el momento que Dios ha determinado para hacerlo (Juan 2:3-4).
 
¿Cuál es el plan de Dios para TU vida?   ¿Estás dispuesto a esperar “el cumplimiento del tiempo” (ver Gál 4:4)?   Pide a Dios que te prepare, para que estés listo para todo lo que Dios quiere hacer por medio de ti.

sábado, 27 de octubre de 2012

'La Soberanía de Dios en Nuestras Vidas' (Éxodo 2:11-25)



Moisés disfrutó una buena educación en Egipto (ver Hch 7:22).  Sin embargo, a los cuarenta años de edad (Hch 7:23), se identificó más con los judíos que con los egipcios.  Sentía que Dios lo estaba llamando a ser el libertador de Israel (Hch 7:25).  Lamentablemente, cometió dos errores fundamentales: no esperó el momento indicado por Dios, y procuró salvar al pueblo de Israel con sus propias fuerzas (v.11-13).  En vez de ser reconocido como el libertador de Israel, Moisés fue cuestionado (v.14), y tuvo que huir de Egipto (v.15).  Eso muestra el peligro de hacer las cosas según nuestros criterios, y no según la voluntad de Dios.

Al huir de Egipto, Moisés abandonó el proyecto de salvar al pueblo de Israel.  Sin embargo, Dios aún no había terminado con Moisés.   Cuando llegó a la tierra de Madián, se encontró con las hijas de un sacerdote llamado Reuel (también conocido como Jetro, en Éx 18).  Moisés las defendió de la hostilidad de otros pastores (v.17), y así se ganó el afecto de su futuro suegro.  ¡El carácter de ‘libertador’ ya estaba estampado en su alma, por Dios!

Reuel le invitó a quedarse, y le dio una hija como esposa (v.21).  Moisés tuvo un hijo, a quien llamó Gersón.  Ese nombre refleja lo que Moisés pensaba de su vida (v.22).   Aunque estaba en Madián, su corazón seguía en Egipto, con su pueblo.

En Egipto, los hijos de Israel seguían sufriendo, y clamaron a Dios (v.23).  Dios no contestó su clamor inmediatamente, pero no era indiferente a su sufrimiento. Moisés, al narrar la historia, usa cuatro frases que indican el interés que Dios tenía en Su pueblo:

-         subió a Dios el clamor de ellos” (v.23b).
-         oyó Dios el gemido de ellos” (v.24a).
-         miró Dios a los hijos de Israel” (v.25a).
-         los reconoció Dios” (v.25b).

Además, Dios “se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob” (v.24b).  Al decir eso, Moisés no está indicando que Dios se había olvidado de lo que había dicho a los ‘padres’ de la nación.  Más bien, escribe de esta manera sólo para indicar que, al escuchar el clamor de Su pueblo, Dios tomó en cuenta las promesas que había hecho a los patriarcas, y se alistaba para actuar a favor de los hijos de Israel.

REFLEXIÓN: ¿Alguna vez te has adelantado en hacer los planes de Dios, actuando  según tus criterios, y no esperando el momento y la manera de Dios?   Ten en cuenta que si eres hijo o hija de Dios, tus errores no cambiarán los planes que Dios tiene para tu vida.  Espera en Él, y verás como Dios cumplirá Su perfecta voluntad en tu vida (Rom 8:28).   ¡Sólo tienes que confiar en Él, y esperar!

viernes, 26 de octubre de 2012

'El Nacimiento del Libertador' (Éxodo 2:1-10)



En medio del sufrimiento del pueblo de Dios, una gran luz de esperanza comienza a brillar.  Un hombre se buscó una esposa, se casó con ella, y tuvo un hijo (v.1-2a).  ¡Nada fuera de lo común!  Sólo que en este caso, el que había nacido “era hermoso” (v.2b) – ‘hermoso’ ante los ojos de Dios (Hch 7:20).  La fe de los padres les llevó a entender que este niño tenía un propósito especial en los planes de Dios (Heb 11:23).  Por eso tomaron la decisión de colocarlo en el río Nilo (v.3). No lo pusieron en cualquier lugar, ni lo dejaron a la deriva, sino que colocaron al bebé cerca del palacio, esperando que Dios haga algo especial (v.4).  

Cuando la hija de Faraón vio la arquilla, hizo cuatro cosas inesperadas (v.5-9):

i.                    Mandó sacar la canasta del río.
ii.                   Tuvo compasión de un bebé llorando.
iii.                 A pesar de saber que el bebé era hebreo, decidió adoptarlo 
         (v.10).
iv.                Mandó llamar a la madre de Moisés, y pagó para que ella lo 
         criase.

Cada acción plantea una gran interrogante: “¿Por qué haría eso la princesa de Egipto?”  La única explicación coherente es que Dios estaba obrando en la mente de esta mujer, preparando el camino para la formación de uno de los más grandes líderes del pueblo de Dios de todo tiempo – MOISÉS (v.10).

REFLEXIÓN: Dios es soberano sobre los corazones y las mentes de las personas.  Fue Él quien guió a los padres de Moisés en todo lo que hicieron.  Y fue Dios quien guió el corazón de la princesa, para adoptar a Moisés.  ¿En qué manera se ha manifestado la soberanía de Dios en nuestras vidas?  Adoremos a Dios por la grandeza de Su poder y Su dominio sobre toda la vida.
 

jueves, 25 de octubre de 2012

'Una Nueva Etapa en la Historia de Israel' (Éxodo 1:1-22)



El libro de Éxodo comienza con la llegada a Egipto de toda la familia de Jacob (v.1-5); ver Gén 46:1-27.  Este incidente marcó una nueva etapa en la historia de Israel. Aunque el salvador humano (José) había muerto (v.6), Dios seguía con Su pueblo.  Evidencia de ello fue el crecimiento numérico de los descendientes de Jacob (v.7).  Notemos los verbos que Moisés usa en el v.7; es parecido al lenguaje de Génesis 1:28.  Dios estaba haciendo una nueva creación. 

El crecimiento numérico de los hijos de Israel fue el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham y a sus descendientes (Gén 12:1-3).  Lamentablemente, esa bendición divina provocó la hostilidad del ‘mundo’, representado por Faraón (v.8-11). 

Aunque los líderes de Egipto pretendieron ser “sabios” (v.10), en realidad fueron necios (Rom 1:22), porque “cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían…” (v.12). ¡Es necio luchar contra los propósitos de Dios! En vez de reconocer su necedad espiritual, los egipcios intensificaron la persecución (v.13-16), amargando la vida de los hijos de Israel.  Ante la barbarie de Faraón, quien ordenó la muerte de todo bebé varón (v.16), brilla el testimonio de las parteras judías (v.17).   Ellas arriesgaron la ira de Faraón, pero recibieron la bendición de Dios (v.20-21). 

Ante la ineficacia de sus estrategias, Faraón se volvió aún más violento e irracional (v.22).  Su orden fue irracional, porque de haber sido acatada, habría dado lugar a la muerte de los mejores trabajadores (todos los varones), y la destrucción de la nación entera que los servía.  Eso nos muestra como el odio y el temor ciega la mente humana, y lleva a la irracionalidad. 

REFLEXIÓN: El v.21 establece un principio importante.  Cuando tenemos una gran reverencia por Dios, y procuramos agradarle, Él se encarga de bendecirnos.  Es un ejemplo más de Mat 6:33.

Introducción al libro de Éxodo



Éxodo es el segundo libro de las Sagradas Escrituras, y es la continuación de Génesis.  El nombre, ‘Éxodo’, significa, ‘salida’, y se refiere al tema central del libro, que es la salida del pueblo de Israel de Egipto.  El autor fue Moisés.  Él redactó este libro poco después de la salida de Egipto, narrando sus experiencias en el desierto. 

Generalmente se considera que el éxodo ocurrió por el año 1440 a.C.  Fue uno de los eventos más dramáticos en la historia de Israel, y marcó el inicio de esa nación.  A lo largo del Antiguo Testamento, los autores bíblicos hacen referencia al éxodo, tomándolo como un ejemplo del poder de Dios, y Su amor por Israel.

En términos teológicos, el éxodo representa la obra de redención.  Fue Dios quien tomó la iniciativa de salvar a Su pueblo.  Lo hizo por medio de un hombre, a quien Él escogió – Moisés, quien es un ‘tipo’ de Cristo (Deut 18:15, 18).  La redención de Egipto se efectuó en el contexto de la muerte de los primogénitos, como expresión de la ira de Dios (Éx 11; 12:29-36).  La nación de Israel experimentó la salvación por medio de la sangre del cordero de la pascua, que fue sacrificado en lugar del primogénito de cada familia de Israel (Éx 12:1-28).  Ese cordero de la pascua representa el gran Cordero de Dios, cuya sangre derramada en la cruz, y aplicada a nuestras vidas, nos salva del juicio divino (Juan 1:29, 36; 19:36; Éx 12:46; 1 Cor 5:7).

Una vez salidos de Egipto, los hijos de Israel tuvieron que aprender a vivir vidas nuevas, bajo los mandamientos divinos.  Eso representa la santificación del creyente.  Todas las leyes que Dios dio a Israel, comenzando con los Diez Mandamientos, señalan la vida que agrada a Dios.  El creyente hoy en día no está sujeto a todos los detalles de la ley de Moisés; sin embargo, estamos bajo la misma obligación de agradar a Dios, sometiéndonos a Su voluntad en cada área de nuestras vidas.

Durante el éxodo, Dios se manifestó a Israel en diferentes maneras, culminando con la gran revelación de la gloria de Dios en el monte Sinaí (Éx 20).  En el Nuevo Testamento, Cristo es la culminación de la revelación de Dios (Hebreos 1:1).  En Él vemos la gloria de Dios (Juan 1:14). 

Otro tema central del libro de Éxodo tiene que ver con el culto a Dios.  Todos los detalles del tabernáculo, los sacerdotes, y los sacrificios (Éx 25-31 y 35-40) son altamente simbólicos, y apuntan a la Persona de Cristo, quien es nuestro Sumo Sacerdote, y por quien tenemos acceso al Padre (ver Heb 9-10).

Finalmente, debemos notar la importancia del pacto, en el libro de Éxodo.  El pacto fue establecido al pie del monte Sinaí, con Moisés actuando como mediador entre Dios y el pueblo (Éx 24).  Ese pacto preparó el camino para el Nuevo Pacto, establecido en el monte Calvario, con Cristo actuando como mediador entre Dios y los integrantes del Nuevo Pacto (la Iglesia).  Ver Mateo 26:28.  Esperamos que el estudio de Éxodo nos ayude a conocer más a Dios, y a ser desafiados a vivir como miembros del Nuevo Pacto (Éx 19:5-6; 1 Ped 2:9-10).




miércoles, 24 de octubre de 2012

'Creciendo en la Oración' (Efe 6:18-24)



Al fin de la lista de la armadura de Dios, Pablo menciona la oración.  Es interesante notar que Pablo NO indica que la oración es parte de la armadura espiritual; por lo menos, no lo relaciona con ninguna parte de la armadura del soldado romano.  Sin embargo, la oración es de vital importancia.  Es como el ‘respirar’ del ser humano.  Si el soldado no respira bien, toda la armadura que tiene no le servirá de nada.  Un soldado asmático no podrá luchar bien.  Es igual en la vida cristiana.  Un creyente ‘asmático’ – un creyente que no sabe orar, no servirá bien al Capitán de nuestra fe, el Señor Jesús.

Pero no es asunto de orar en cualquier manera (v.18).  Hay que orar:

i.        en todo tiempo”; constantemente.
ii.      con toda oración y súplica”; debe haber una variedad y una insistencia en nuestra oración (ver 1 Tim 2:1).
iii.     en el Espíritu”; Él tiene que guiarnos en la oración, y debemos orar con Su poder e inspiración (ver Rom 8:26-27).
iv.    velando en ello con toda perseverancia y súplica”; desarrollar una buena vida de oración no es nada fácil.  Tendremos que aprender la disciplina de velar y orar, perseverando en la oración hasta que Dios nos responda.
v.     por todos los santos”; es importante orar no sólo por nosotros mismos, sino por otras personas; especialmente por otros creyentes

El apóstol Pablo, con gran humildad y sinceridad, pide a los creyentes que oren por él.  Él necesitaba sus oraciones por una cosa en particular: “que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio” (v.19).  Él conocía bien el “misterio del evangelio” (ver Efe 3:3-7), y había recibido el encargo de predicarlo (Efe 3:8-9).  Lo que anhelaba era:

-         Tener las palabras adecuadas, en cada situación, para declarar el evangelio.
-         Tener el coraje y la valentía, en cada situación, para declarar el evangelio.

Por ello, pide a los creyentes que le apoyen en oración.  Reconoce que tiene una gran responsabilidad; es un “embajador” (v.20).  Pero estando, “en cadenas” (v.20), teme que podría fallarle al Señor en su defensa y proclamación del evangelio, ante el emperador romano.

Aunque estaba en la cárcel, Pablo no pasaba todo el tiempo lamentando su condición, y sintiéndose triste por las circunstancias en las que se hallaba, sino que puso su mirada en otros, y procuró ayudarlos.  Por eso había enviado a Tíquico, a quien describe como “hermano amado y fiel ministro en el Señor” (v.21b).  Al enviarlo, su deseo era no sólo que los creyentes conozcan la situación en la que él estaba, sino que los corazones de los creyentes en Asia sean consolados (v.22).

El apóstol concluye la carta expresando su deseo que  los lectores experimenten tres cosas importantes: paz, amor y fe (v.23).  No se trataba de ‘mérito’, sino de “gracia” (v.24a); gracia para aquellos “que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable” (v.24b).  Esa es la condición fundamental del evangelio. 

REFLEXIÓN: ¿Cómo anda nuestra vida de oración?  A la luz de los v.18-19, ¿qué cosas debemos mejorar en nuestra vida de oración?  ¡Que nuestro amor por el Señor nos motive a profundizar nuestra comunión con Él en oración!

martes, 23 de octubre de 2012

'La Armadura de Dios' (Efe 6:10-17)



Al concluir la carta, Pablo trae a la mente la lucha espiritual, que es el contexto de la vida cristiana.  En todo lo que haga, sea en el trabajo, el hogar, el matrimonio, la iglesia, o la vida personal, el hijo de Dios tendrá que luchar contra tremendas fuerzas espirituales de maldad (v.12).  Eso no es nada fácil.  Por eso Pablo exhorta a los creyentes a hacer dos cosas importantes:

i.        Fortalecerse “en el Señor, y en el poder de Su fuerza” (v.10).
ii.      Vestirse de toda la armadura de Dios (v.11a).

Sólo así podrán los creyentes “estar firmes contra las asechanzas del diablo” (v.11b), y “resistir en el día malo” (v.13).  El “día malo” es aquel tiempo cuando Satanás nos ataca en forma particular, y somos más conscientes que nunca de la realidad de la lucha espiritual, como hijos de Dios.

El creyente, como un buen soldado de Cristo, tiene que conocer bien la armadura espiritual que Dios le provee para la lucha.  Esta armadura consta de los siguientes elementos:

-         El cinturón de la VERDAD (v.14a).  El propósito del cinturón es mantener el resto de la armadura en su lugar.  Para el creyente, la verdad del evangelio es lo más importante.  Porque si el evangelio no es verdad, entonces el resto de la armadura que Pablo va a mencionar es pura fantasía.  Satanás es el ‘padre’ de la mentira, y constantemente cuestionará la veracidad de la Palabra de Dios (“¿Conque Dios os ha dicho…?”, Gén 3:1).

-         La coraza de JUSTICIA (v.14b).  La “coraza” es el pectoral, que protege el pecho, y los órganos vitales.  La palabra “justicia” podría ser traducida, ‘santidad’.  Dios nos da Su ‘justicia’ (cuando creemos en Cristo), pero debemos vivir en ‘justicia’; debemos ser “santos y sin mancha” (Efe 1:4). De ese modo protegeremos nuestros corazones cuando Satanás nos ataca.

-         Los zapatos del EVANGELIO (v.15).  El creyente debe dejar que el evangelio determine dónde sus ‘pies’ caminarán.  Si va a lugares equivocados, o anda por caminos pecaminosos, o camina con malos compañeros, será presa fácil para Satanás.

-         El escudo de la FE (v.16).  El escudo protege al soldado de las flechas lanzadas en su contra.  Satanás ataca al creyente con “dardos de fuego” (v.16); ‘dardos’ de dudas acerca del evangelio, de la Biblia, del obrar de Dios, etc. Una fe firme en Dios y en Su Palabra nos protegerá contra esos ataques espirituales.

-         El casco de la SALVACIÓN (v.17a).  El casco es muy importante porque cubre y protege la cabeza del soldado.  Una herida en la cabeza puede paralizar completamente al soldado.  Para protegernos, Dios nos da una salvación  segura; esa salvación nos permite estar firmes en la lucha contra Satanás. 

-         La espada de la BIBLIA (v.17b). La Palabra de Dios es una arma ofensiva y defensiva (ver Mat 4:4, 7, 10; “escrito está”).   ¡Debemos usarla bien!

REFLEXIÓN: ¿Entendemos bien toda esta armadura espiritual que Dios nos ha dado?   ¿La estamos usando?   ¿Nos la colocamos cada día?

lunes, 22 de octubre de 2012

'La Vida del Creyente en el Hogar y el Trabajo' (Efe 6:1-9)



Pablo pasa ahora, de la vida matrimonial (Efe 5:21-33), a dos esferas más, en las que los creyentes tienen que desarrollar su vida cristiana: el hogar (v.1-4), y el trabajo (v.5-9).  El plan de Dios para la vida familiar es que los hijos vivan en obediencia a sus padres (v.1).  Deben hacerlo "en el Señor" (ver Efe 5:22); es decir, en el nombre del Señor, y para el Señor (ver Col 3:20).   Pablo añade que los hijos deben obedecer a sus padres, "porque esto es justo"  - es lo correcto.  La obediencia de los hijos se conforma a la 'justicia' de Dios; es lo que Él espera de todo ser humano.

No es suficiente obedecer; los hijos también deben honrar a sus padres (v.2).  Pablo cita el quinto mandamiento (Éx 20:12).   'Honrar' incluye respetar, cuidar, proteger y proveer para sus padres.   El apóstol nota que este mandamiento va acompañado de una promesa: "para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra" (v.3).   Segun este verso, Dios parece estar prometiendo longevidad de vida (en forma individual) a aquellos hijos que obedecen a sus padres.  Sin embargo, en el contexto del Antiguo Testamento (Éx 20:12, y Deut 5:16), es probable que la promesa de Dios tenga que ver más con una larga ocupación de la Tierra Prometida, que con una longevidad personal.  En otras palabras, lo que Dios está diciendo es que si los hijos viven en obediencia a sus padres, entonces se establecerá una sociedad estable, que se prolongará por muchas generaciones.   Aquellas sociedades que promueven la desobediencia de los hijos hacia los padres, sufren una tremenda decadencia social, que socava los fundamentos de la sociedad, y pone en riesgo su propia existencia.

Por su parte, los padres no deben abusar de su autoridad paternal.  Específicamente, no deben provocar a ira a sus hijos (v.4a); es decir, no deben indignarlos con su mal comportamiento, mal uso de autoridad, órdenes injustas, mal trato, etc.   Más bien, deben criarlos "en disciplina y amonestación del Señor" (v.4b).  Deben inculcar una buena formación en el hogar, sobre la base de sus palabras y hechos.  Como padres, deben enseñar bien a sus hijos (verbalmente), y darles buenos modelos de vida.

Pasando al mundo laboral (v.5-9), Pablo primero se dirige a los "siervos" (v.5).  Es interesante notar que en cada contexto (matrimonial, hogareño y laboral), Pablo primero se dirige al 'subordinado' (esposas, hijos, siervos), y luego al que está en autoridad (esposos, padres, amos).  Los siervos (o en nuestro contexto, los 'empleados' o 'trabajadores') deben obedecer a sus amos (v.5).  Una vez más, Pablo resalta la importancia de tener una buena actitud; los siervos deben obedecer a sus amos "como a Cristo" (v.5d).  Además de eso, Pablo señala otras características de la obediencia de los siervos ('trabajadores') cristianos.  Ellos deben obedecer "con temor y temblor" (v.5b), y "con sencillez de corazón" (v.5c); "no sirviendo al ojo" (v.6a), sino "como siervos de Cristo" (v.6b), "sirviendo de buena voluntad" (v.7).  Para los esclavos cristianos del primer siglo, las palabras de Pablo presentan un tremendo desafío.  Por eso él los anima, recordándoles que un día ellos recibirán una gran recompensa del Señor (v.8).

A los amos, Pablo les exhorta a dejar de usar amenazas contra sus siervos (v.9a).  También les hace recordar que ante los ojos de Dios, no hay 'esclavo y libre'; más bien, todos son Sus siervos, porque Él es Señor de todos (v.9b).

REFLEXIÓN: Medita sobre tu vida personal.  ¿Cuáles de estas instrucciones te compete tomar en cuenta?  Si estás fallando en alguna de estas dos áreas, ¿por qué no le pides a Dios la ayuda del Espíritu Santo, para poder cumplir con las exigencias de la Palabra de Dios, y así agradar más a tu Señor?