domingo, 11 de noviembre de 2012

'Sacrificio y Redención' (Éxodo 13:1-16)



La salida de Egipto dio lugar a dos ordenanzas: la fiesta de los panes sin levadura (v.3-10), y la consagración del primogénito (v.11-16).  La fiesta de los panes sin levadura (= la fiesta de la pascua) se celebraba en el mes de Abib (v.4), que vino a ser el primer mes del calendario judío.  Duraba siete días (v.6-7).  Comer pan sin levadura no era muy agradable – sería un pan duro, difícil de comer. Ese pan representaba la dureza de la vida, cuando eran esclavos en Egipto.  ¡Qué contraste sería la tierra prometida!  Sería una tierra placentera – donde fluía leche y miel (v.5b). 

Eso nos hace pensar en el valor del ayuno en la vida cristiana. Antes de conocer al Señor, nuestras vidas eran vacías, y carecían de sentido.  Ahora, disfrutamos muchas bendiciones (de toda clase) de las manos del Señor.  A veces nos hace bien, sacrificarnos por un día, para así valorar todo lo que Dios nos da – no sólo en comida material, sino en todas las áreas de la vida.

Una segunda legislación tiene que ver con la consagración del primogénito. Todo primogénito (“aquel que abriere la matriz”, v.12), sea de animal o de los seres humanos, tenía que ser dedicado el Señor.  Eso se hacía, recordando la muerte de los primogénitos en Egipto (v.14-15).  No está claro si se trataba de todo primogénito (cualesquiera que sea su sexo), o sólo si el primogénito era macho.  Si era un animal ‘limpio’, tenía que ser ofrecido a Dios en sacrificio (ver Núm 18:17).  Pero si era un animal ‘inmundo’ (como el asno, v.13a), tenía que ser redimido con un animal ‘limpio’, que podía ser sacrificado a Dios.

En el caso de las personas, los primogénitos tenían que ser redimidos (v.13b).  Eso se efectuaba, pagando cinco siclos (monedas) de plata (ver Núm 18:16).  Al inicio, cuando se formó la nación de Israel, Dios tomó a los levitas en lugar de todos los primogénitos de Israel (ver Núm 3:12-13 y 40-51).  Luego, la redención se efectuaba en forma normal, según la legislación establecida por Dios.

REFLEXIÓN: Nuestra salvación también se efectuó por medio de la muerte de un primogénito – en este caso, ¡del primogénito Hijo de Dios!  ¡Cuánto debemos valorar nuestra salvación!   Con justa razón, Pablo nos exhorta a presentarnos a Dios como un sacrificio vivo (Rom 12:1-2).  Si el Primogénito de Dios murió para salvarnos, debemos estar dispuestos a dedicar toda nuestra vida a Su servicio (Gál 2:20).

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