Las palabras al
inicio del v.31 explican por qué Dios dio una ley tan detallada, como la tenemos
en Éxodo a Deuteronomio; fue para que los hijos de Israel sean “varones santos”. Dios es santo, y Él exige que Su pueblo sea
santo. El propósito principal de las
leyes de Dios es promover una vida de santidad.
Eso explica por qué las leyes abarcan tantos aspectos de la vida.
Por ejemplo, si
un hombre sedujere (“engañare”) a una
señorita, debía casarse con ella (v.16); tenía que asumir la responsabilidad
por sus sentimientos y pasiones. Aunque
debemos notar que en dicho caso, el matrimonio no era una obligación; el padre
de la chica podría negar dar a su hija en matrimonio. Aun así, el joven que la sedujo tendría que
pagar la dote (v.17).
Si una persona
se dedicara a las artes oscuras (“la
hechicería”), debía morir (v.18); de igual modo, el que se dedicara a la
idolatría (v.20). Era la consecuencia de
la ‘seducción’ espiritual.
Si alguien
tenía relaciones sexuales con un animal, también debía morir (v.19); era la
consecuencia de haber sido seducido y pervertido por una pasión sexual
desordenada. Dios exigía que Su pueblo
sea santo.
La santidad también
tiene un componente social. Por eso Dios
ordenó a Su pueblo tratar bien a los débiles – “al extranjero” (v.21), a la “viuda”
y al “huérfano” (v.22-24), y al “pobre” (v.25-27). Él se manifiesta como defensor de ellos,
porque es misericordioso (v.27b). Si
alguien afligiera a una persona indefensa, provocaría la ira de Dios (v.23-24) –
aun si sólo fuese culpable de hacer a la persona pasar una noche de frío
(v.26-27).
Dios no
toleraba la falta de respeto a las autoridades (v.28), porque ellas lo
representaban a Él. Es interesante notar que la palabra en hebreo, traducida “jueces”, es ‘elohim’, que normalmente significa ‘Dios’. El término hebreo significa ‘los fuertes’, y
aquí se usa para hablar de los dirigentes de la nación (ver Sal 82:1, 6).
NOTA: Además de ser santo, Dios es justo. Él defiende a los débiles de la sociedad
(v.22-27), como también a los ‘fuertes’ (v.28).
Finalmente, hay
que notar que la santidad en la vida se extiende hasta los diezmos y las
ofrendas (v.29-30). No hay que demorar
en darle a Dios lo que Él pide (v.29a), ni negarle lo que es Su derecho
(v.29b). ¡Hasta los animales tenían que
ser ‘santos’, dando a Dios lo que le corresponde (v.30)!
REFLEXIÓN: ¿Cómo anda nuestra vida de santidad? Recordemos la exhortación de Pedro, cuando
dijo: “como aquel que os llamó es santo,
sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir” (1 Ped 1:15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario