martes, 27 de noviembre de 2012

'Santidad Integral' (Éxodo 22:16-31)



Las palabras al inicio del v.31 explican por qué Dios dio una ley tan detallada, como la tenemos en Éxodo a Deuteronomio; fue para que los hijos de Israel sean “varones santos”.  Dios es santo, y Él exige que Su pueblo sea santo.  El propósito principal de las leyes de Dios es promover una vida de santidad.  Eso explica por qué las leyes abarcan tantos aspectos de la vida.

Por ejemplo, si un hombre sedujere (“engañare”) a una señorita, debía casarse con ella (v.16); tenía que asumir la responsabilidad por sus sentimientos y pasiones.  Aunque debemos notar que en dicho caso, el matrimonio no era una obligación; el padre de la chica podría negar dar a su hija en matrimonio.  Aun así, el joven que la sedujo tendría que pagar la dote (v.17).

Si una persona se dedicara a las artes oscuras (“la hechicería”), debía morir (v.18); de igual modo, el que se dedicara a la idolatría (v.20).  Era la consecuencia de la ‘seducción’ espiritual.

Si alguien tenía relaciones sexuales con un animal, también debía morir (v.19); era la consecuencia de haber sido seducido y pervertido por una pasión sexual desordenada.  Dios exigía que Su pueblo sea santo.

La santidad también tiene un componente social.  Por eso Dios ordenó a Su pueblo tratar bien a los débiles – “al extranjero” (v.21), a la “viuda” y al “huérfano” (v.22-24), y al “pobre” (v.25-27).  Él se manifiesta como defensor de ellos, porque es misericordioso (v.27b).  Si alguien afligiera a una persona indefensa, provocaría la ira de Dios (v.23-24) – aun si sólo fuese culpable de hacer a la persona pasar una noche de frío (v.26-27).

Dios no toleraba la falta de respeto a las autoridades (v.28), porque ellas lo representaban a Él. Es interesante notar que la palabra en hebreo, traducida “jueces”, es ‘elohim’, que normalmente significa ‘Dios’.  El término hebreo significa ‘los fuertes’, y aquí se usa para hablar de los dirigentes de la nación (ver Sal 82:1, 6). 

NOTA: Además de ser santo, Dios es justo.  Él defiende a los débiles de la sociedad (v.22-27), como también a los ‘fuertes’ (v.28).  

Finalmente, hay que notar que la santidad en la vida se extiende hasta los diezmos y las ofrendas (v.29-30).  No hay que demorar en darle a Dios lo que Él pide (v.29a), ni negarle lo que es Su derecho (v.29b).  ¡Hasta los animales tenían que ser ‘santos’, dando a Dios lo que le corresponde (v.30)!

REFLEXIÓN: ¿Cómo anda nuestra vida de santidad?  Recordemos la exhortación de Pedro, cuando dijo: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Ped 1:15).

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