Luego de unos días en Elim, el
pueblo continuó su viaje. Pronto se
encontraron en otro desierto – el desierto de Sin (v.1). El problema ahora era la falta de comida
(v.2-3). En forma irracional acusaron a
Moisés de querer matarlos (v.3). La fe
del pueblo era aún muy frágil. A pesar
de todo lo que habían visto, algunos no estaban seguros de que fue Dios quien
los sacó de Egipto (v.6b).
Moisés les advierte que su
murmuración era contra Dios, no contra él (v.7-8). Por consiguiente, tenían que prepararse para
hablar con Dios (v.9b). Una cosa era
murmurar contra Dios, cuando ellos no lo podían ver; pero cuando se manifestó
en la nube, en Su gloria, debió haberles causado bastante zozobra (v.10). Es fácil hablar mal de Dios ahora; pero, ¿cómo
será en el día del juicio final?
Para evidenciar que Él era su
Dios, y que se encargaría de proveer todas sus necesidades, Dios prometió
darles carne y pan (v.8, 12). Esa misma
tarde Dios cumplió Su palabra (v.13-14).
Con la provisión de la comida, Dios dio ciertos mandamientos (v.4-5, 16,
19, 23), para probar su fe (Éx 15:25b-26).
Lamentablemente, algunos no obedecieron a Dios (v.20, 27). ¿Por qué no?
¿Qué dice, su falta de obediencia a Dios?
Pensando en las siguientes
generaciones, Dios ordenó a Moisés guardar un poco de maná en el santuario
(v.32-34). Aunque Moisés sabía que el
maná no duraba más que un día (v.20), no se puso a discutir con Dios, sino que
obedeció Su palabra. ¡Qué contraste con
el pueblo de Israel!
Finalmente, podemos notar la
fidelidad de Dios. Por cuarenta años, Él
suplió maná para Su pueblo (v.35). Aun
cuando el pueblo se portaba mal, Dios seguía siendo fiel. Nunca les quitó el pan diario, como castigo
por su desobediencia. ¡Qué bueno es
Dios!
REFLEXIÓN:
Dios toma muy en serio el día de reposo (v.23-26, 29). ¡Ni Él trabajaba en ese día (haciendo
maná)! ¿Por qué lo tomamos nosotros como
cualquier otro día de la semana? ¿Estaremos
haciendo bien?
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