A pesar de todo
el sufrimiento causado por las plagas, y particularmente por la muerte de los
primogénitos, ni Faraón ni los egipcios, estaban arrepentidos. Su actitud confirma el análisis que Pablo
hace de la condición espiritual de toda persona que no ha nacido de nuevo (2
Cor 4:3-4; 1 Cor 2:14; Efe 2:11-3). Fue
con el propósito de resaltar esa realidad (como una ilustración de lo que el
Nuevo Testamento enseña), que Dios ordenó a Israel detenerse en el desierto,
aparentemente atrapados entre el desierto y el mar (v.1-2). Dios sabía como Faraón iba a reaccionar (v.3,
5). Además de ilustrar la condición
espiritual de toda persona que no conoce al Señor, Dios tenía dos propósitos
más (v.4). Quería revelarse como el Dios
verdadero, y quería ser glorificado delante de Faraón y los egipcios. ¡Todo lo que Dios hace es una revelación de
Su existencia y de Su gloria!
Lejos de
reflexionar espiritualmente sobre lo
que había pasado (con las plagas, etc.), Faraón sólo reflexionó sobre su
pérdida económica (v.5b). ¡Qué
triste! Con el fin de hacerlos volver (¡no matarlos!), Faraón fue tras ellos
(v.6-9). Los hijos de Israel
malinterpretaron la intención de Faraón.
Ellos pensaban que los quería matar (v.10-12). Hicieron bien en clamar a Dios (v.10b); pero,
la reacción de algunos apunta a las dificultades que Moisés tuvo en Egipto para
convencer a Israel a salir de Egipto. No
sólo desconfiaron de que Dios los podía proteger (v.11), sino que preferían
quedar sirviendo a los egipcios, antes que arriesgar sus vidas en el desierto
(v.12). ¡Qué gente tan mal agradecida!
Cuántos son
así, hoy en día, cuando escuchan el evangelio.
Prefieren quedar en su pecado, sirviendo a Satanás, antes que arriesgar su
‘yo’, muriendo al pecado y a muchas cosas de su vieja vida. Para que una persona responda al evangelio, y
esté dispuesta a decir, como Pablo, “ya
no vivo yo, sino Cristo vive en mi” (Gál 2:20), se requiere una obra
profunda del Espíritu Santo en sus vidas; una obra que llamamos el nuevo
nacimiento.
En medio del
pánico, Moisés actúa como un buen líder. Exhorta al pueblo de Israel a hacer
dos cosas: “No temáis; estad firmes”
(v.13). También hace dos promesas: ‘Dios
peleará por ustedes’ (v.14) y ‘ustedes verán la salvación de Dios’ (v.13).
REFLEXIÓN: ¿Reflexionamos espiritualmente sobre las cosas
que nos pasan en la vida? ¿Estamos
escuchando la voz de Dios? ¿Estamos
dispuestos a ‘arriesgar’ nuestras vidas, huyendo del pecado, o queremos aferrarnos
a lo que NOSOTROS queremos hacer en la vida?
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