En este
capítulo, leemos de tres plagas más.
Dios iba a demostrar la grandeza y la superioridad de Su poder, sobre
todos los dioses e hechiceros de Egipto.
La primera
plaga fue la de ranas (v.2-15).
Esta no fue una plaga destructiva, sino incómoda (v.3-4). Aunque los hechiceros lograron imitar otra
vez el milagro que Dios hizo (v.7), notamos que Faraón comenzó a sensibilizarse
ante Dios (v.8). Lamentablemente, aunque
Dios en Su gracia le permitió a Faraón establecer la fecha en que se acabaría la
plaga de ranas (v.9-11), su corazón seguía endurecido (v.15). Esto nos enseña una gran verdad. Una persona, bajo la presión de las circunstancias
¡aún de milagros!), puede manifestar cierto interés en la Palabra de Dios; sin
embargo, esa disposición puede ser simplemente el resultado de un interés
personal, y no la obra del Espíritu Santo.
Cuando es así, enseguida que las circunstancias cambian, el interés en
las cosas de Dios se esfuma.
Le segunda
plaga fue de piojos (v.16-19).
Otra vez, fue una plaga tremendamente incómoda (v.17b). Pero, lo interesante es que los hechiceros ya
no pudieron imitar lo que Dios hizo (v.18).
Ellos reconocieron la mano de Dios en la plaga (v.19a), pero Faraón no
quiso hacer caso (v.19b). ¡Cómo el
pecado ciega a una persona!
La tercera
plaga fue la de moscas (v.20-32).
La diferencia, en este caso, fue que la tierra de Gosén, donde vivían los
hijos de Israel, no sufrió (v.22). De
este modo, Dios trató de demostrar a Faraón que las plagas eran el resultado de
SU obrar, y no simplemente de eventos fortuitos.
Es interesante
notar el uso de la palabra, “redención”,
en el v.23. El contexto indica que la
palabra tiene el sentido de, ‘distinción’ o ‘separación’. Sin embargo, por medio de esa ‘separación’,
Dios iba a salvar (‘redimir’) a Israel.
De esta manera, Dios introduce un término teológico que será muy
importante posteriormente. Todo lo que
Él estaba haciendo era parte de Su plan de redimir al pueblo de Israel,
salvándolos de Egipto.
Ante la
molestia de las moscas (v.24a), y el impacto sobre la vida en Egipto (v.24b), Faraón
manifestó una disposición de obedecer la Palabra de Dios (v.25). Pero debemos
notar que era sólo una obediencia parcial: “ofreced
sacrificio a vuestro Dios en la tierra”
(v.25b). Moisés insiste en que tienen
que salir de Egipto (v.26-27), y Faraón cede un poco más (v.28). Se muestra dócil: “orad por mi” (v.28b). Pero
sólo era un cambio superficial y temporal; enseguida que se acabó la plaga, su
corazón se endurece otra vez.
REFLEXIÓN: La mayor manifestación del poder de Dios no es
hacer milagros y señales, sino convertir un corazón duro y rebelde en un
corazón sensible y obediente a la Palabra de Dios. Debemos anhelar una mayor manifestación de ese
poder de Dios, tanto en nuestras vidas, como en la vida de las personas que nos
rodean.
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