Las plagas
ahora pasan a una fase destructiva.
El país de Egipto comenzó a sentir el terrible impacto de la ira de Dios
por la desobediencia del faraón.
La plaga en el ganado (v.1-7). No sabemos cómo o por qué
murió el ganado de los egipcios (v.6a); sólo que Dios lo había advertido
(v.3). Aunque nada pasó al ganado de los
hijos de Israel (v.4, 6b), Faraón seguía con un corazón duro (v.7). ¡Qué triste que tantos animales inofensivos
tuvieron que morir por culpa del pecado del hombre! Eso nos hace recordar que la belleza de la
creación del mundo natural siente el impacto de nuestro pecado.
La plaga de las úlceras (v.8-12). Para la sexta plaga, Dios
ordenó a Moisés tirar un poco de ceniza al cielo, en la presencia de Faraón
(v.8). Fue un acto simbólico. La ceniza no causó las úlceras, como si
Moisés fuese un mago. El poder de Dios
se manifestó, produciendo “sarpullido con
úlceras en los hombres y en las bestias” (v.9). Los hechiceros no sólo no pudieron replicar
esta señal, sino que ellos mismos fueron afectados por la plaga (v.11). ¡Cómo Dios manifiesta la grandeza y
superioridad de Su poder! Lo hace poco a
poco, con el fin de incentivar al hombre pecador al arrepentimiento. Pero, ante esta demostración del poder de
Dios, Faraón sigue resistiendo la voluntad de Dios (v.12).
La plaga de granizo (v.13-35). Antes de enviar la
séptima plaga, Dios se dirige a Faraón, y le explica exactamente lo que está
haciendo: “yo te he puesto para mostrar
en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra”
(v.16). Que chocante para el orgullo de
Faraón, que se creía la máxima autoridad en la tierra. Las palabras de Dios le
hacen ver que aun él, con todo su esplendor y poderío humano, es simplemente un
instrumento más en las manos del Dios soberano. El propósito de las plagas no era sólo liberar
a Israel, sino manifestar la grandeza del poder de Dios, para que todo el mundo
lo conozca. Ver Sal 46:8.
En Su
compasión, Dios les dio a los egipcios la oportunidad de recoger su ganado,
para que no muera por el granizo (v.18-19).
La presencia de este ganado en Egipto, luego de la destrucción de todo
el ganado durante la quinta plaga (v.6a), indica que la plaga de granizo
ocurrió varios meses después de las anteriores.
Los egipcios tuvieron tiempo (aparentemente) para renovar su ganadería;
probablemente comprando animales de Israel.
La forma que
respondieron a la Palabra de Dios dividió la nación de Egipto en dos bandos.
Había los que hicieron caso a la Palabra de Dios, y salvaron su ganado (v.20);
y había los que no hicieron caso a la Palabra de Dios, y perdieron su ganadería
(v.21, 25).
Al ver la
terrible destrucción causada por esta plaga, Faraón reacciona con una señal de
estar conmovido (v.27). Pero no fue un
verdadero arrepentimiento.
-
Dijo: “He pecado esta vez”. ¿Y las veces
anteriores? Faraón no está reconociendo
su verdadera condición de pecador.
-
Su arrepentimiento
sólo duró hasta que se acabó la plaga (v. 34-35). Notemos que el problema no era sólo la
terquedad de Faraón, sino también de sus asesores y consejeros (“sus siervos”, v.34b).
Faraón le pide
a Moisés que interceda ante Dios, y promete dejar ir al pueblo de Israel
(v.28). Pero Moisés no tiene ilusiones
al respecto (v.30). Sabe que no hay
todavía un verdadero arrepentimiento en el corazón de Faraón, porque no hay un
verdadero temor a Dios.
REFLEXIÓN:
¿Estás experimentando la disciplina de Dios en tu vida por algún pecado que
estás cometiendo? ¿Estás dispuesto a
reconocer ese pecado, y dejarlo para siempre?
¿Estás seguro que es un verdadero arrepentimiento?
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