Pablo sigue hablando de la manera en que los creyentes
deben vivir en el mundo. Un principio
muy importante es el de imitar a Dios, el Padre Celestial (v.1). Debemos hacerlo porque somos "hijos amados" (v.1b); amados por el
Padre, y por el Hijo. El segundo principio de nuestro
comportamiento es el amor (v.2a); en esto, el creyente debe tomar a Cristo como
modelo (v.2b). Lo que el creyente NO
debe imitar es al ‘mundo’ pecaminoso (v.3-4). ¡Ni debe hablar de los pecados
que el mundo comete! Aunque la salvación es por fe en Cristo, el creyente debe
vivir como si ella dependiera de su comportamiento (v.5). El engaño mencionado en el v.6 no es
doctrinal, sino vivencial; es el engaño de pensar que la manera en que vivimos
(en el pecado) no afecta nuestra vida cristiana.
El creyente es una persona que ha pasado de las “tinieblas” a la “luz” (v.8); ver Col 1:13-14.
Tenemos la responsabilidad de vivir “como
hijos de luz” (v.8b; Fil 2:15). En
lugar de ser partícipes de “las obras
infructuosas de las tinieblas”, los hijos de Dios deben reprenderlas
(v.11). Una vez más, Pablo declara que no
debemos ni hablar de los pecados que el ‘mundo’ comete en secreto (v.12) –
menos pensar en ellos, o cometerlos nosotros mismos.
Las palabras en el v.14 parecen ser parte de un himno
cristiano. Es un llamado, no al
creyente, sino al inconverso, a despertar del ‘sueño’ espiritual (de la noche),
y a levantarse de la ‘muerte’ espiritual, para que Cristo lo alumbre. Pero si los creyentes invitan a los
inconversos a hacer eso, entonces ellos mismos tienen que dar el ejemplo, alejándose
del pecado.
Dos cosas que deben caracterizar la vida del creyente
son la “diligencia” y la sabiduría
(v.15). La primera palabra (en griego)
significa, ‘cuidado’; señala una persona que tiene criterio, y es cauta en su
comportamiento, evitando cosas peligrosas o dudosas. El asunto no es simplemente evitar el pecado,
sino hacer buen uso del tiempo, sabiendo que “los días son malos” (v.16).
En lugar de estar embriagándose (como lo hacían antes
de conocer al Señor), Pablo insta a los creyentes en Éfeso a buscar la llenura
del Espíritu Santo (v.18). El Espíritu
Santo no sólo les ayudará a alejarse del pecado, sino a desarrollar una buena vida
congregacional (v.19). El culto en la
iglesia debe ser caracterizada por cantos espirituales. Notemos tres aspectos de ese canto que Pablo
resalta:
i.
No debe ser un canto
individualizado; deben cantar (o hablar) “entre
vosotros”, con el fin de animarse mutuamente en la vida cristiana.
ii. Deben
estar cantando “al Señor”; Él debe
ser el centro de su canto.
iii. Deben
estar entonado los cantos “en vuestros
corazones”. Lo importante no es cuán
linda es la voz o el acompañamiento musical, sino la manera en que meditan sobre
lo que están cantando.
En todo lo que hacen, la nota de agradecimiento debe
prevalecer (v.20).
REFLEXIÓN:
¿Estamos viviendo en santidad? ¿Somos
cuidadosos y sabios en nuestra manera de vivir? ¿Estamos adorando a Dios correctamente? ¡Cuánta falta nos hace la llenura del Espíritu
Santo, para poder glorificar a Dios más en nuestras vidas!
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