miércoles, 24 de octubre de 2012

'Creciendo en la Oración' (Efe 6:18-24)



Al fin de la lista de la armadura de Dios, Pablo menciona la oración.  Es interesante notar que Pablo NO indica que la oración es parte de la armadura espiritual; por lo menos, no lo relaciona con ninguna parte de la armadura del soldado romano.  Sin embargo, la oración es de vital importancia.  Es como el ‘respirar’ del ser humano.  Si el soldado no respira bien, toda la armadura que tiene no le servirá de nada.  Un soldado asmático no podrá luchar bien.  Es igual en la vida cristiana.  Un creyente ‘asmático’ – un creyente que no sabe orar, no servirá bien al Capitán de nuestra fe, el Señor Jesús.

Pero no es asunto de orar en cualquier manera (v.18).  Hay que orar:

i.        en todo tiempo”; constantemente.
ii.      con toda oración y súplica”; debe haber una variedad y una insistencia en nuestra oración (ver 1 Tim 2:1).
iii.     en el Espíritu”; Él tiene que guiarnos en la oración, y debemos orar con Su poder e inspiración (ver Rom 8:26-27).
iv.    velando en ello con toda perseverancia y súplica”; desarrollar una buena vida de oración no es nada fácil.  Tendremos que aprender la disciplina de velar y orar, perseverando en la oración hasta que Dios nos responda.
v.     por todos los santos”; es importante orar no sólo por nosotros mismos, sino por otras personas; especialmente por otros creyentes

El apóstol Pablo, con gran humildad y sinceridad, pide a los creyentes que oren por él.  Él necesitaba sus oraciones por una cosa en particular: “que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio” (v.19).  Él conocía bien el “misterio del evangelio” (ver Efe 3:3-7), y había recibido el encargo de predicarlo (Efe 3:8-9).  Lo que anhelaba era:

-         Tener las palabras adecuadas, en cada situación, para declarar el evangelio.
-         Tener el coraje y la valentía, en cada situación, para declarar el evangelio.

Por ello, pide a los creyentes que le apoyen en oración.  Reconoce que tiene una gran responsabilidad; es un “embajador” (v.20).  Pero estando, “en cadenas” (v.20), teme que podría fallarle al Señor en su defensa y proclamación del evangelio, ante el emperador romano.

Aunque estaba en la cárcel, Pablo no pasaba todo el tiempo lamentando su condición, y sintiéndose triste por las circunstancias en las que se hallaba, sino que puso su mirada en otros, y procuró ayudarlos.  Por eso había enviado a Tíquico, a quien describe como “hermano amado y fiel ministro en el Señor” (v.21b).  Al enviarlo, su deseo era no sólo que los creyentes conozcan la situación en la que él estaba, sino que los corazones de los creyentes en Asia sean consolados (v.22).

El apóstol concluye la carta expresando su deseo que  los lectores experimenten tres cosas importantes: paz, amor y fe (v.23).  No se trataba de ‘mérito’, sino de “gracia” (v.24a); gracia para aquellos “que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable” (v.24b).  Esa es la condición fundamental del evangelio. 

REFLEXIÓN: ¿Cómo anda nuestra vida de oración?  A la luz de los v.18-19, ¿qué cosas debemos mejorar en nuestra vida de oración?  ¡Que nuestro amor por el Señor nos motive a profundizar nuestra comunión con Él en oración!

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