Al fin de la lista de la armadura de Dios, Pablo
menciona la oración. Es interesante
notar que Pablo NO indica que la oración es parte de la armadura espiritual; por
lo menos, no lo relaciona con ninguna parte de la armadura del soldado romano. Sin embargo, la oración es de vital
importancia. Es como el ‘respirar’ del
ser humano. Si el soldado no respira
bien, toda la armadura que tiene no le servirá de nada. Un soldado asmático no podrá luchar
bien. Es igual en la vida
cristiana. Un creyente ‘asmático’ – un
creyente que no sabe orar, no servirá bien al Capitán de nuestra fe, el Señor
Jesús.
Pero no es asunto de orar en cualquier manera (v.18). Hay que orar:
i.
“en todo tiempo”; constantemente.
ii. “con toda oración y súplica”; debe haber
una variedad y una insistencia en nuestra oración (ver 1 Tim 2:1).
iii. “en el Espíritu”; Él tiene que guiarnos
en la oración, y debemos orar con Su poder e inspiración (ver Rom 8:26-27).
iv. “velando en ello con toda perseverancia y
súplica”; desarrollar una buena vida de oración no es nada fácil. Tendremos que aprender la disciplina de velar
y orar, perseverando en la oración hasta que Dios nos responda.
v. “por todos los santos”; es importante
orar no sólo por nosotros mismos, sino por otras personas; especialmente por
otros creyentes
El apóstol Pablo, con gran humildad y sinceridad, pide
a los creyentes que oren por él. Él
necesitaba sus oraciones por una cosa en particular: “que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo
el misterio del evangelio” (v.19).
Él conocía bien el “misterio del
evangelio” (ver Efe 3:3-7), y había recibido el encargo de predicarlo (Efe
3:8-9). Lo que anhelaba era:
-
Tener las palabras adecuadas, en cada situación, para declarar el evangelio.
-
Tener el coraje y la valentía, en cada situación, para declarar el
evangelio.
Por ello, pide a los creyentes que le apoyen en
oración. Reconoce que tiene una gran
responsabilidad; es un “embajador”
(v.20). Pero estando, “en cadenas” (v.20), teme que podría
fallarle al Señor en su defensa y proclamación del evangelio, ante el emperador
romano.
Aunque estaba en la cárcel, Pablo no pasaba todo el
tiempo lamentando su condición, y sintiéndose triste por las circunstancias en
las que se hallaba, sino que puso su mirada en otros, y procuró ayudarlos. Por eso había enviado a Tíquico, a quien
describe como “hermano amado y fiel
ministro en el Señor” (v.21b). Al
enviarlo, su deseo era no sólo que los creyentes conozcan la situación en la
que él estaba, sino que los corazones de los creyentes en Asia sean consolados
(v.22).
El apóstol concluye la carta expresando su deseo
que los lectores experimenten tres cosas
importantes: paz, amor y fe (v.23). No
se trataba de ‘mérito’, sino de “gracia”
(v.24a); gracia para aquellos “que aman a
nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable” (v.24b). Esa es la condición fundamental del
evangelio.
REFLEXIÓN:
¿Cómo anda nuestra vida de oración? A la
luz de los v.18-19, ¿qué cosas debemos mejorar en nuestra vida de oración? ¡Que nuestro amor por el Señor nos motive a
profundizar nuestra comunión con Él en oración!
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