domingo, 21 de octubre de 2012

'La Unidad en el Matrimonio' (Efe 5:26-31)



El amor del esposo debe manifestarse en el cuidado de la esposa.  Pablo ilustra eso, con el ejemplo de Cristo.  Él se preocupa por santificar a la Iglesia (v.26a), y lo hace por medio de la Palabra de Dios (v.26b).  Ver Juan 15:3.  El propósito del Señor es tener una “iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga…” (v.27).  Además, mientras ella esté en la tierra, el Señor “sustenta” y “cuida” a su Novia (v.29).  Esta es la manera en que los esposos deben amar a sus esposas.  ¡Qué desafío!

La razón por la cual el Señor cuida tanto a la Iglesia es que ella es Su “cuerpo” (v.30a), espiritualmente hablando; es “de su carne y de sus huesos” (v.30b).  Estas palabras nos hacen pensar en como Dios creó a Eva – del cuerpo, y de un hueso de Adán (Gén 2:21-22).  Al verla, Adán exclamó: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén 2:23).  Cada esposo debe considerar a su esposa de esa manera, para animarse a cuidarla y protegerla.  Así como “nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida” (v.29), el esposo debe entender que al cuidar a su esposa, se está cuidando a sí mismo – cuidando “su propia carne”.  ¡Cuán necio es el hombre que maltrata a su esposa!

Cuando Pablo afirma que nosotros, los creyentes, somos miembros del cuerpo de Cristo, está hablando del cuerpo ‘místico’ o espiritual de Cristo.  Cristo, en el cielo, ya tiene Su cuerpo – un cuerpo terrenal, glorificado.  La Iglesia es el conjunto de creyentes que conforman el cuerpo ‘místico’ de Cristo.  Como seres humanos, tenemos carne y huesos, igual que el Señor Jesús.  Pero nuestros cuerpos no se derivan del Suyo; no somos descendientes físicos de Cristo.  Nuestra relación con Él es espiritual.  Aun así, somos el objeto de Su cuidado.  Cuánto más debe un esposo cuidar a su esposa, con la cual guarda una relación física mucho más estrecha.

Parte de ese cuidado requiere dejar a su padre y a su madre, para unirse a su esposa (v.31).  Pablo está citando Gén 2:24.  Aunque Adán no tuvo que dejar a nadie, Dios estaba estableciendo un principio importante.  Antes de unirse a su esposa, un hombre debe dejar a sus padres.  Tantos matrimonios tienen problemas porque el varón no cumple este principio – no se aleja (física y emocionalmente) de sus padres.  Mientras él siga viviendo bajo el dominio de sus padres, le será difícil tratar bien a su esposa, y respetarla como tal.  Para formar bien un nuevo hogar, el varón debe estar dispuesto a distanciarse del antiguo hogar en el cual creció.  Una mujer sabia no aceptará como esposo a un hombre que no esté dispuesto a hacer eso.

La relación sexual entre esposos sella otro principio importante – el de “una sola carne” (v.31b).  Sin embargo, esto no debe entenderse simplemente como algo físico.  Una sola carne” significa una unión emocional, económica, vivencial, sicológica, y espiritual.  Ambos cónyuges deben poner de su parte para lograr esa unidad; pero la responsabilidad principal la tiene el esposo, como ‘cabeza’ del hogar.

La unión entre dos personas, que se da en el matrimonio, es un ‘misterio’ (v.32a) -  aunque Pablo está pensando más en la unión entre Cristo y Su Iglesia (v.32b).  Esa unión es el modelo para la vida matrimonial.

REFLEXIÓN: Si somos casados, ¿estamos disfrutando esta clase de relación?  Si no estamos disfrutando la relación matrimonial, ¿por qué no?  ¿Cuál es la responsabilidad de cada cónyuge, en forjar esta clase de unidad en el matrimonio?  Pablo lo resume en dos palabras: amor y respeto (v.33).  ¿Que vamos a hacer para mejorar nuestro matrimonio?

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