El amor del esposo debe manifestarse en el cuidado de
la esposa. Pablo ilustra eso, con el
ejemplo de Cristo. Él se preocupa por
santificar a la Iglesia (v.26a), y lo hace por medio de la Palabra de Dios
(v.26b). Ver Juan 15:3. El propósito del Señor es tener una “iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga…” (v.27). Además, mientras ella
esté en la tierra, el Señor “sustenta”
y “cuida” a su Novia (v.29). Esta es la manera en que los esposos deben
amar a sus esposas. ¡Qué desafío!
La razón por la cual el Señor cuida tanto a la Iglesia
es que ella es Su “cuerpo” (v.30a),
espiritualmente hablando; es “de su carne
y de sus huesos” (v.30b). Estas
palabras nos hacen pensar en como Dios creó a Eva – del cuerpo, y de un hueso
de Adán (Gén 2:21-22). Al verla, Adán
exclamó: “Esto es ahora hueso de mis
huesos y carne de mi carne” (Gén 2:23).
Cada esposo debe considerar a su esposa de esa manera, para animarse a
cuidarla y protegerla. Así como “nadie aborreció jamás a su propia carne,
sino que la sustenta y la cuida” (v.29), el esposo debe entender que al
cuidar a su esposa, se está cuidando a sí mismo – cuidando “su propia carne”. ¡Cuán necio es el hombre que maltrata a su
esposa!
Cuando Pablo afirma que nosotros, los creyentes, somos
miembros del cuerpo de Cristo, está hablando del cuerpo ‘místico’ o espiritual
de Cristo. Cristo, en el cielo, ya tiene
Su cuerpo – un cuerpo terrenal, glorificado.
La Iglesia es el conjunto de creyentes que conforman el cuerpo ‘místico’
de Cristo. Como seres humanos, tenemos
carne y huesos, igual que el Señor Jesús.
Pero nuestros cuerpos no se derivan del Suyo; no somos descendientes
físicos de Cristo. Nuestra relación con
Él es espiritual. Aun así, somos el objeto
de Su cuidado. Cuánto más debe un esposo
cuidar a su esposa, con la cual guarda una relación física mucho más
estrecha.
Parte de ese cuidado requiere dejar a su padre y a su
madre, para unirse a su esposa (v.31).
Pablo está citando Gén 2:24.
Aunque Adán no tuvo que dejar a nadie, Dios estaba estableciendo un
principio importante. Antes de unirse a
su esposa, un hombre debe dejar a sus padres.
Tantos matrimonios tienen problemas porque el varón no cumple este
principio – no se aleja (física y emocionalmente) de sus padres. Mientras él siga viviendo bajo el dominio de
sus padres, le será difícil tratar bien a su esposa, y respetarla como
tal. Para formar bien un nuevo hogar, el
varón debe estar dispuesto a distanciarse del antiguo hogar en el cual
creció. Una mujer sabia no aceptará como
esposo a un hombre que no esté dispuesto a hacer eso.
La relación sexual entre esposos sella otro principio
importante – el de “una sola carne”
(v.31b). Sin embargo, esto no debe
entenderse simplemente como algo físico.
“Una sola carne” significa una
unión emocional, económica, vivencial, sicológica, y espiritual. Ambos cónyuges deben poner de su parte para
lograr esa unidad; pero la responsabilidad principal la tiene el esposo, como
‘cabeza’ del hogar.
La unión entre dos personas, que se da en el matrimonio,
es un ‘misterio’ (v.32a) - aunque Pablo
está pensando más en la unión entre Cristo y Su Iglesia (v.32b). Esa unión es el modelo para la vida
matrimonial.
REFLEXIÓN:
Si somos casados, ¿estamos disfrutando esta clase de relación? Si no estamos disfrutando la relación
matrimonial, ¿por qué no? ¿Cuál es la
responsabilidad de cada cónyuge, en forjar esta clase de unidad en el
matrimonio? Pablo lo resume en dos
palabras: amor y respeto (v.33). ¿Que
vamos a hacer para mejorar nuestro matrimonio?
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