jueves, 6 de diciembre de 2012

'Nuestra Ofrenda Diaria de Adoración' (Éxodo 29:38-46)



Habiendo indicado cómo los sacerdotes deberían ser instalados en sus puestos, Dios procedió a indicarle a Moisés cuál iba a ser su trabajo cotidiano – las ofrendas diarias.  Estas consistían de “dos corderos de un año” (v.38).  Notamos otra vez que Dios no les dio la libertad para ser creativos en su ministerio.  Los sacerdotes tenían que hacer las cosas exactamente como Dios les ordenó hacerlas.

Los dos corderos se ofrecían, no por el pecado, sino como holocaustos (ver Lev 1) – en señal de agradecimiento a Dios, indicando que toda la nación de Israel estaba enteramente consagrada a Dios, como Su pueblo especial.  Por eso se ofrecían con harina, aceite y vino (v.40-41) – los elementos fundamentales de la vida diaria.

Aunque no hayan cometido pecado, y aunque no tuvieran nada que pedirle al Señor, los hijos de Israel siempre tenían la responsabilidad de adorar a Dios, y renovar sus votos de consagración a Él.

Por medio de Moisés, Dios hizo tremendas promesas a Su pueblo.

i.              Ellos conocerían al Dios verdadero (v.46); el Dios de toda la tierra.  ¡Qué tremendo privilegio para ellos!  Especialmente considerando que eran una nación de esclavos, recién escapados de Egipto, y que no tenían ni siquiera una tierra propia.

ii.             Jehová sería su Dios, y Él viviría entre ellos (v.45).  Dios no sólo exigió la fidelidad de Su pueblo, sino que expresó un tremendo compromiso con ellos.  ¡Él no escogería a otro pueblo!  Él les sería fiel.

iii.            Dios ‘santificaría’ el tabernáculo (v.44a); lo haría por medio de la manifestación de Su gloria (v.43b).  Aquí, el verbo ‘santificar’ significa ‘separar (de cualquier uso profano o secular)’.  El cumplimiento de esta promesa se dio cuando la gloria de Jehová bajó del monte Sinaí, y se posesionó del tabernáculo (Éx 40).

iv.           Sobre la base de todo esto, Dios se manifestaría a Su pueblo en manera permanente (v.42b-43a). Lo haría en el Lugar Santísimo, donde Dios moraría entre los querubines; también lo haría en el corazón de las personas, por medio del ministerio profético.

REFLEXIÓN: Como creyentes, somos personas tremendamente bendecidas por Dios (Efe 1:3).  Él se manifiesta (¡o desea manifestarse!) diariamente en nuestras vidas.  Él es fiel a nosotros, aunque le seamos infieles a Él.  A la luz de estas, y muchas otras bendiciones, que recibimos a diario de Dios, ¿cuál será nuestra ofrenda diaria, que le daremos a Él?   Ver Rom 12:1; Heb 13:15.

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