Una vez más Dios le ordena a Moisés subir a la cumbre del monte Sinaí (v.2). Habiendo roto las primeras tablas de los Diez Mandamientos (Éx 31:19), él tenía que confeccionar otras (v1). Moisés había pedido ver la gloria de Dios (Éx 33:18); esa ‘gloria’ estaba relacionada con “el nombre de Jehová” (v.5). El ‘nombre’ de Jehová es la suma de todos Sus atributos o características (v.6-7).
El impacto de la
manifestación de Dios fue tan grande, que aún Moisés (quien había hablado con
Dios cara a cara) terminó en el piso (v.8).
Delante de Dios, Moisés intercede una vez más por el pueblo de Israel
(v.9). ¡Qué tremendo líder! Vivía para el bien del pueblo que guiaba,
por tan indignos que fueran.
Recordemos que
el pueblo de Israel había caído en el pecado de la idolatría (Éx 32). Si hacían eso en el desierto, ¡qué no harían
en la tierra de Canaán – una tierra entregada a la idolatría! Por consiguiente, era necesario que Dios
ordenara la destrucción de todos los elementos relacionados con la idolatría en
Canaán (v.11-17), para que estos no sean de tropiezo para Israel (v.12). Además de contrarrestar la idolatría, había
que reglamentar otra vez la adoración a Dios.
Por eso, Dios aprovechó este momento para recalcar una vez más cómo y cuándo
debían adorar a Dios (v.18-26). No era
suficiente ser negativo (decir a Israel qué era lo que NO debían hacer), era
necesario ser positivo – decir a Israel cómo debían adorar a Dios.
Cuando Moisés
por fin descendió del monte, el pueblo de Israel notó un cambio dramático en él
(v.29-35). ¡Su rostro resplandecía! ¿Cuál es la explicación que Moisés da de ese
resplandor? Ver v.29b. Uno se pregunta por qué su rostro estaba
resplandeciendo ahora, luego de cuarenta días en la presencia de Dios (v.28),
cuando no resplandecía luego de los primeros cuarenta días en el monte (Éx
24:18; 31:18).
REFLEXIÓN: Cuando nosotros pasamos tiempo en la presencia
de Dios, ¿se nota un cambio en nuestras vidas?
Si no, ¿por qué no? Lea otra vez
2 Cor 3:18, y medite sobre su propia experiencia espiritual en la presencia de
Dios. Pidamos a Dios que Él haga algo
especial en nosotros, para que el ‘mundo’ vea que somos Sus hijos, y que pasamos
tiempo en la presencia del Rey.
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