miércoles, 5 de diciembre de 2012

'La Consagración al Ministerio' (Éxodo 29:1-37)



En este capítulo, Dios instruye a Moisés acerca de cómo consagrar a Aarón y a sus hijos al ministerio sacerdotal.  Sin embargo, esta ceremonia NO se iba a efectuar inmediatamente; se tenía que esperar hasta que el tabernáculo fuera erigido.  El cumplimiento de la ceremonia está descrito en Levítico 8. 

La consagración de los sacerdotes se iba a realizar en siete etapas:

  1. Se tenían que lavar los cuerpos (v.4).  Este era un lavamiento ceremonial;  no todo un baño.  Representaba la importancia de entrar al ministerio limpio, delante de Dios.  Simboliza la necesidad de lavarnos de todo pecado, por la sangre de Cristo, si queremos ser sacerdotes para nuestro Dios, y ofrecer sacrificios de alabaza a Su nombre.

  1. Se tenían que vestir con la ropa del sacerdocio (v.5-6, 8-9).  Esta ropa simboliza el ‘ropaje’ de santidad que el creyente tiene que usar para estar en la presencia de Dios.  Es la justicia que Cristo nos otorgó, por Su vida, muerte y resurrección.

  1. Tenían que ser ungidos con aceite (v.7), representando la necesidad del Espíritu Santo para poder ministrar correctamente.  El creyente necesita la llenura del Espíritu Santo para poder servir a Dios como sacerdote espiritual.

  1. Tenían que ofrecer el becerro, como ofrenda por el pecado (v.10-14).  La sangre sería colocada sobre el altar, para purificarlo (ver Lev 8:14-15). El creyente sólo puede servir a Dios, si presenta la sangre de Cristo para la expiación de sus pecados.

  1. Tenían que ofrecer un carnero, como holocausto (v.15-18). Esto representaba la consagración total de los sacerdotes al ministerio.  De igual modo, para que el creyente sirva a Dios como sacerdote espiritual, tiene que haber una consagración total al Señor; una entrega total, sin reservas, de su vida (Rom 12:1-2).

  1. Tenían que ofrecer el otro carnero para purificar sus propios pecados (v.19-22); por eso la sangre tenía que ser colocada sobre diferentes partes del cuerpo de los sacerdotes, incluyendo su ropa (v.20-21).  El agua con que se lavaron no era suficiente (v.4).  Ellos mismos, como sacerdotes, tenían que aprender, que sin el derramamiento de sangre, no habría perdón de los pecados (Heb 9:22).  Esto simboliza la necesidad de la santificación personal.  No es suficiente tener una justicia ‘externa’ (la que Cristo nos otorga, por fe en Él); tiene que haber una santidad ‘interna’, obrada por el Espíritu Santo, con nuestra cooperación – crucificando la ‘carne’, y resistiendo al pecado, para presentarnos con corazones, mentes y cuerpos limpios ante la presencia de Dios.

  1. Finalmente, tenían que ofrecer los panes sin levadura, y la carne del segundo carnero, como un sacrificio de paz, delante del Señor (v.23-26).  Esto simboliza la entrega total de todo lo que somos, al Señor.  Nos presentamos como ofrenda ante Él.  No sólo lo que hacemos (como sacerdotes), sino lo que somos, como siervos de Dios.


Habiendo hecho todo esto, los sacerdotes podrían comer los alimentos ofrecidos a Dios (v.27-33), simbolizando que el obrero era digno de su salario.  Si ellos se iban a dedicar a ofrecer los sacrificios delante de Dios, Él les dio el derecho de comer de esos sacrificios. 

La ceremonia no se iba a hacer en un solo día.  Había que repetirlo por siete días (v.35-37).  Estaban por comenzar una institución que duraría 1,500 años; era importante, tanto para ellos, como para todo el pueblo de Israel, que lo tomaran muy en serio.

REFLEXIÓN: Todo verdadero creyente es un sacerdote delante de Dios.  Pero, ¿tomamos este ministerio en serio?   ¿Cómo nos preparamos para presentarnos delante de Dios, tanto durante la semana (en nuestras casas), como los domingos (en la iglesia)?

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