En Heb 12:11 leemos que la disciplina de Dios produce tristeza. En este pasaje tenemos un ejemplo claro de
ello. La persona que habla, no es tanto
el profeta Jeremías, sino la ciudad de Jerusalén, personificada como una mujer
dolida: “la virgen hija de Judá” (v.15b). Eso queda claro por el uso de la forma
femenina en expresiones como: “me dejó
desolada” (v.13), y “estoy
atribulada” (v.20).
El dolor de Jerusalén fue muy fuerte (v.12a). Se debe, como ella dice, a que “Jehová me ha angustiado en el día de
su ardiente furor” (v.12b). ¿Cómo lo
hizo? Notemos algunas de las expresiones
que ‘Jerusalén’ usa para describir su experiencia:
-
“Desde lo alto envió fuego
que consume mis huesos;
Me dejó desolada, y con dolor todo el día” (v.13).
-
“Me ha entregado el Señor
en manos contra los cuales no podré levantarme” (v.14b).
-
“El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí;
Llamó contra mí compañía para
quebrantar a mis jóvenes;
Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá” (v.15)
-
“Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus
enemigos” (v.17b).
Pero en nada de esto hay una actitud de reclamo, por parte de
Jerusalén. Ella sabe que cometió pecado,
y que provocó la ira de Dios. Por eso
declara, “Jehová es justo; yo contra su
palabra me rebelé” (v.18a); “me
rebelé en gran manera” (v.20b).
En el v.14 tenemos unas palabras sumamente tristes, “El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano”. El “yugo”
se refiere a la disciplina de Dios, provocada por las rebeliones de Jerusalén
(ver Deut 28:48). En este caso, el
‘yugo’ (que normalmente se colocaba sobre el cuello de un buey para jalar el
arado) ha sido atado por la mano de Dios.
Eso significa que Dios fue quien colocó el ‘yugo’ sobre el cuello de
Jerusalén, y que habiéndolo atado, el ‘yugo’ está muy seguro. ¡Nadie lo podrá desatar!
Con razón, la ‘mujer’ llora desconsoladamente (v.16a). No tiene quien la consuele (v.17a; 21a);
confiesa, “se alejó de mí el consolador
que dé reposo a mi alma” (v.16b). Sus hijos han sido “destruidos” (v.16c), llevados al exilio (v.18c). Sus “amantes”
la han abandonado (v.19a). Obviamente no
puede pedir a Dios que la consuele, dado a que es Él quien la está
afligiendo. Así que, lo único que le
queda hacer ahora es llorar amargamente.
Ante esta situación, la ‘mujer’ se dirige a terceras personas. Su propósito no es tanto buscar consolación,
sino que otros aprendan de su dolor. “¿No os conmueve a cuantos pasáis por el
camino? Mirad, y ved si hay dolor como
mi dolor que me ha venido” (v.12a).
“Oíd ahora, pueblos todos, y ved
mi dolor” (v.18b). Como enseña
Pablo, en 1 Cor 10:11, estas cosas ocurrieron y fueron redactadas, para nuestro
provecho espiritual; para que nosotros aprendamos a no rebelarnos contra Dios.
REFLEXIÓN: ¿Qué
sentimos al leer este pasaje? ¿Seremos
tan insensatos como para repetir la historia en nuestra vida personal? ¡Seamos sabios!
No hay comentarios:
Publicar un comentario